Es preferible la franqueza del verdugo a la traición del falso
aliado. Seguir hablando a estas alturas del pésimo gobernante que ha
sido ZP es una impostura. Ayer, toda la caterva de unos y otros, no se
reunieron en el parlamento para sumar fuerzas contra los verdaderos
problemas que desangran a este país, se reunieron dando cornadas para
hacerse hueco en el nuevo abrevadero que se vislumbra. Ni una palabra
para enfrentarnos a los problemas que tenemos hoy ni a las tormentas que
se nos avecinan mañana.
Todos los calificativos de la perfidia, ya se lo hemos regalado a
ZP y se los aplicaremos con toda seguridad y júbilo a Rajoy en el
futuro. Pero ¿qué decir de nosotros, de los españolitos?. ¿No nos
merecemos también un repaso?.
¡Seamos duros con nosotros mismos, ya que siempre fuimos maestros
en echar culpas y responsabilidades fuera, no nos mordamos la lengua, no
nos susurremos mentiras!. ¡Despertad pues, papanatas indigentes .
Indignémonos. Pero esta vez, de verdad!.
Seamos claros, españoles de cualquier feudo; la mayor parte de
nosotros somos una caterva de hijos de puta que no nos ocupamos ni un
solo minuto por los problemas ajenos o de la comunidad, y sólo LLORAMOS
como nenazas cuando osan tocarnos nuestro precioso culo: cuando la
chusma que tenemos por dirigentes se echó a la yugular de los
controladores, el pasado diciembre, al objeto de dejarlos sin uno sólo
de sus derechos constitucionales – y lo consiguieron sin esfuerzo – la
envidia nos comió el alma y aplaudimos sin fisuras semejante felonía
hasta rozar el linchamiento. Marta Domínguez preguntaba hace poco que
quién iba a reparar el daño que le habían hecho a su madre y a ella
misma. ¡El más absoluto de los silencios, en contraste con la algarabía
de las acusaciones!. Muy pocos son gente de bien y los gobiernos lo
saben; por eso mantienen el garrote en una mano y nos esquilman a su
antojo como a siervos. Y todo eso es así porque no entendemos otro
lenguaje ni respetamos otro derecho que el respaldado por la coerción y
la fuerza bruta, como buenos lacayos que somos.
Como confundimos la libertad política con la económica, y el
derecho a echar a nuestros gobernantes por chuma apestosa con colaborar
con ellos con el papelito en el dornajo; como cualquier mérito
intelectual nos resbala y no reconocemos más valor que el que otorga el
dinero y la zarabanda; como confundimos el libre albedrío con el
desmadre del botellón, el fútbol y el sexo ligero y ya con ello nos
sentimos LIBRES; como andamos en lo político, en lo social y en lo
económico más desorientados que una cabra en un hotel de lujo, y
actuamos siempre en función de nuestros coyunturales intereses; como
sólo esperamos que nos demuestren su delincuencia documentada, carne de
juzgado, para votarlos como a héroes; como somos, en definitiva, unos
papanatas sentimentales, nos merecemos esta chusma que nos gobierna, que
nos engaña y nos chulea a su antojo.
Sólo somos lacayos y esclavos frente a un poder financiero más
organizado, más inteligente y más despiadado, que nos sojuzga a unos y a
otros mediante el arma inagotable del crédito a interés, cual zanahoria
para monos. Esa zanahoria de la que todos hemos disfrutados en tiempos
de mentiras y que ahora nos presenta su factura sin recortes ni
privilegios. Y es que no nos queremos enterar de que España está
administrada en realidad por una élite que nos desprecia, nos sojuzga y
nos explota con el latrocinio como bandera y sin tapujos.
Pero ¿cómo van a creerse iguales que nosotros, si están
infinitamente más formados, son más inteligentes, tienen más carácter y
son mucho más decididos?. ¿Cómo van a concedernos la libertad si no
SOMOS CAPACES DE ORGANIZARNOS para luchar por ella?. ¿Cómo van a
sentirse hermanos nuestros si la imagen que damos es la de bestias de
carga que lo aguantan todo con nuestra moral de “no violencia”, y que
ellos saben reservarse para cuando les haga falta?.
El mal de nuestra sociedad ovejuna es su falta de formación y su
pereza para corregirla. ¿Zapatero, Rajoy..., el sunsun corde?. No nos
engañemos para consolarnos..., pues no son más que la lógica
consecuencia, los invitados al festín de lo que realmente somos?.
Cadáveres de los que se alimentan las aves de rapiña.
A pesar de todo, estoy convencido de que siendo lúcidos y fuertes
y no papanatas risueños, sabremos algún día darle la vuelta a la
tortilla, aunque sea en interés de nuestros hijos ya que nuestra propia
cobardía nos atenaza.
Saludos, disculpas por el rollo y por si alguien se ha sentido
ofendido. Son simplemente opiniones que sacamos de nuestras lecturas y
experiencias cotidianas.
Margongon (Un andaluz)
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